Guillermo García Figueroa

Una de las competencias formuladas en las rutas de aprendizaje 2015 es la de diseñar y producir prototipos tecnológicos. Esto en pocas palabras, implica entender qué es la tecnología y cómo se aplica en diversas situaciones problemáticas. El desarrollo de la competencia de tecnología se puede iniciar explicando por qué se cocinan algunos alimentos, cómo nuestros ancestros almacenaban y transportaban el agua para su consumo y riego, cómo hasta hoy se aprovechan los cerros para sembrar o cómo se curan enfermedades o heridas, utilizando raíces, tallos, hojas de algunas plantas, al mismo tiempo que se generan actividades sencillas como por ejemplo, preparar una cremolada, un helado, una mermelada o un yogurt con las frutas de mi región o con frutas que se encuentran en el mercado cerca de la escuela, y comparar luego nuestro producto con un producto comercial, al construir una quena o una zampoña, o preparar un queso o hacemos jabón líquido, betún o hacer nuestra propia regla o transportador de cartón, etc.

Entonces, ¿cuál es la propuesta pedagógica para introducir la tecnología en la escuela? La respuesta es simple, qué los docentes planteemos una pregunta que active una solución tecnológica ante un problema. Por ejemplo, en lugar de planificar una actividad pautada para observar el crecimiento de una planta, podríamos plantear la siguiente pregunta: ¿qué variables afectan el crecimiento de las plantas? La respuesta de los estudiantes ante esta pregunta, los puede llevar a desarrollar no solo la competencia de indagación al evaluar el efecto de la luz o de la calidad del agua, sino también a desarrollar la competencia de tecnología al evaluar el efecto de los abonos, fertilizantes (tipos, cantidad), técnicas de sembrado, etc.

Sin embargo, tal como se afirma en las Rutas de Aprendizaje, no todas las actividades tienen que activar la capacidad de plantear una solución y diseñar alternativas de solución, también se pueden pautar actividades para desarrollar capacidades y destrezas en el uso de materiales y herramientas o incluso combinar competencias como la de construir una posición crítica sobre el efecto de la tecnología en la sociedad.

En este punto, los docentes jugamos un papel importante al contextualizar la actividad final que sus estudiantes van a llevar a cabo, decidiendo si todos van a trabajar con la misma solución al problema o se va a formar distintos grupos que evalúen distintas soluciones, a definir el tiempo de trabajo, en función si esta investigación se hará por medio de algunas sesiones o será un proyecto de investigación de mediano plazo, a evaluar la implementación de la solución, a partir de los materiales, herramientas, recursos, etc. existentes en su entorno, entre otras responsabilidades.

En conclusión, hacer tecnología en el aula no implica hacer prototipos complejos o usar instrumentos electrónicos o de robótica, solo requiere identificar un problema de nuestro entorno y mucho entusiasmo para buscar una solución.

Lima, 24 de mayo de 2015