Eduardo León Zamora / Para EDUCACCIÓN

El reciente cambio de escala en evaluación no es una novedad. Ya estaba siendo experimentada en los niveles de Educación Inicial y Educación Primaria desde hace varios años. Y si bien representó un intento de racionalización en materia de evaluación para esos niveles de la EBR, no ha ayudado a reorientar los propios procesos de evaluación para que se conviertan en soporte para el aprendizaje y encaminen mejor la enseñanza, como debería ser su propósito. Con estos antecedentes, en la Educación Secundaria tampoco significarán un gran cambio. Finalmente, en Primaria, cuando no también en Inicial, niños y niñas sufren el mismo drama con un rojo como con una C. La cultura escolar se resiste a aceptar que en la educación no haya muertos y heridos. Por eso, si no cambia la concepción, la intención, las prácticas y los usos de la evaluación; el cambio de escala es un esfuerzo sin sostenibilidad.

En estos tiempos de la ECE, especialmente en el tercer ciclo de la EBR, la evaluación censal estudiantil se ha convertido en el centro de las políticas educativas. Y si bien esto ha producido ciertos y valiosos efectos positivos en las escuelas, también está empezando a producir, prematuramente, efectos perversos que están afectando negativamente los procesos de cambio que habían empezado.

Restringiéndonos solamente a su influencia en el campo de la evaluación, diremos que el fenómeno ECE ha convertido un tipo específico de evaluación, el de la ECE, en la única forma de evaluación que se aplica en las aulas. Que, además, se aplica de manera indiscriminada a los y las estudiantes, afectando incluso el desarrollo del currículo. Que la ECE, en tanto evaluación de sistema y a gran escala, no sirve para la evaluación de aprendizajes en el aula y que, por lo tanto, ofrece una información deformada sobre los aprendizajes del estudiante cuando es aplicada en ellas. Que está estimulando a una formación orientada a la resolución de pruebas. Y, que, finalmente, está desorientando al profesorado en relación a su función formadora.

La utilización de la ECE, especialmente, en la gestión del ministro Saavedra; distorsionando sus propósitos técnicos, no nos permite aprovechar su real utilidad; sino todo lo contrario. Nos aleja de la posibilidad de construir un enfoque de evaluación que ayude a las escuelas con evaluaciones de sistema, como la ECE; y que ayuden a niños y niñas a aprender más con una evaluación formativa en las aulas.

En evaluación, necesitamos una revolución educativa. Esta debe plantearnos una reconceptualización de la evaluación que no se restringe a ofrecer un sistema de calificación determinado ni a quedarnos, excluyente y únicamente, con evaluaciones de sistema. Debemos trabajar fuertemente para introducir en las aulas la evaluación formativa. Una evaluación que sea provechosa para el profesorado, para niños y niñas, para las familias y para el sistema educativo.

Necesitamos de una evaluación que ayude al docente a…

  • Entender cómo se aprende en la niñez.
  • Identificar y analizar las dificultades de niños y niñas, principalmente, a lo largo del proceso de aprendizaje y no, solamente, al final de un ciclo educativo (una sesión, una unidad, un grado).
  • Reflexionar y comprender a qué se deben las dificultades que enfrentan niños y niñas.
  • Relacionar críticamente las dificultades en el aprendizaje con sus debilidades en la enseñanza.
  • Corregir, con precisión, sus debilidades en los procesos de enseñanza
  • Identificar los estilos de aprendizaje y las inteligencias dominantes en niños y niñas para aprovecharlos en la enseñanza.

Necesitamos de una evaluación que ayude al estudiante a…

  • Comprenderla como un proceso que los favorece para alcanzar los aprendizajes previstos.
  • No sentirse presionados, ansiosos ni amenazados.
  • Confiar en sus capacidades.
  • Informarse y reflexionar sobre sus dificultades (retroalimentación y metacognición).
  • Proveerlos de recursos para intentar rutas alternativas para aprender.
  • Conocer en qué le falta avanzar para lograr el aprendizaje.
  • Despejar dudas y alentarlos a preguntar y pedir apoyo.
  • Aprovecharla como una experiencia de colaboración y no de competencia con sus compañeros.

Necesitamos de una evaluación que ayude a las familias a….

  • Informarse sobre los logros de aprendizajes de sus hijos e hijas.
  • Tener confianza en sus hijos, en sus docentes y en sus escuelas.
  • Verla como un proceso libre de estrés y presión.
  • Comprender qué apoyos necesitan sus niños y niñas.
  • Promover el estudio sin atentar contra el juego y las actividades libres.
  • Alentar a sus hijos e hijas.

Necesitamos de una evaluación que ayude al sistema educativo a….

  • Conocer qué soportes requieren los y las docentes para mejorar la enseñanza.
  • Conocer qué soportes requieren niños y niñas para mejorar en sus aprendizajes.
  • Identificar las mejores prácticas docentes.
  • Identificar las dificultades más importantes en las prácticas docentes.
  • Identificar los aprendizajes logrados por los niños.
  • Identificar las dificultades más recurrentes en los procesos de aprendizaje
  • Contar con información oportuna y confiable.
  • Revisar, adecuadamente, el currículo.

Una nueva ruta de la evaluación deberá convertirse en uno de los componentes fundamentales de una gestión ministerial diferente en un nuevo gobierno que nos ha prometido cambios y modernización de la educación. Y modernización en evaluación significa recoger los mejores aportes de la investigación internacional en este campo y significa, además, hacer un balance de lo que hemos construido hasta ahora en el Perú en materia de evaluación.

Lima, 06 de junio de 2016