Fernando Llanos Masciotti / Para EDUCACCIÓN

Luego de haber luchado en la Revolución Francesa, el profesor Joseph Jacotot acepta ir a Bélgica donde se encamina a enseñar en una escuela de Lovaina. El punto es que Jacotot no sabe flamenco, la lengua de sus estudiantes, y ellos no saben francés. No se le ocurrió otra cosa a Jacotot que llevarles una edición bilingüe flamenco-francés de Las aventuras de Telémaco de Fenelón. Hizo que lo analizaran por su cuenta y que fueran estableciendo equivalencias y similitudes entre ambas lenguas y descubrieran no solo la historia de Telémaco sino el funcionamiento del francés. Realmente las aventuras de Telémaco se convirtieron también en la aventura del conocimiento y del aprendizaje. Jacotot no les explicaba a sus estudiantes. Recordemos que en este siglo la norma era la enseñanza vertical, la que solo suponía transferencia del conocimiento en una dirección: del que sabe al que no sabe.

La experiencia de Jacotot sirve de punto de partida a Jacques Ranciere para provocar algunas reflexiones sobre la educación en su libro “El maestro ignorante”. Alude a Jacotot, quien, sin saber la lengua de sus educandos, logra que ellos escribieran oraciones en francés a medida que iban descubriendo las similitudes, diferencias y analogías con su propia lengua al leer Telémaco. Ranciere advierte que la escuela inventa una distancia entre el que sabe (el profesor) y el que no sabe (el alumno). De esta manera, el profesor debe saber y solo él debe saber y más que el alumno. De desigual manera, el alumno debe no saber y si sabe algo es lo que le transmite el profesor. Se supone que la escuela debe acortar esa distancia hasta que se reduzca a cero, pero paradójicamente nunca se reduce sino que se mantiene hasta el final de la escuela. Parte de esa distancia está sustentada en “la explicación” porque al hacerlo creas la distancia. Jacotot no explica; empuja a sus alumnos a descubrir por sí solos las cosas que desea enseñar.

Pero la escuela pudo cambiar. Puede cambiar.

Ello me suscita algunas reflexiones. La primera es que muchos docentes mantenemos esta distancia porque queremos reafirmar la autoridad del que sabe sobre el que no sabe (el respeto, la obediencia, el control, el poder). Para ello, nuestras estrategias de enseñanza se limitan a “Copia lo que escribo en la pizarra” (reproduce lo que escribo y te dicto, porque soy yo el que sé). “Memoriza la clase o la unidad de tal o cual libro de texto” (reproduce y guarda en tu cabeza lo que solo sabe este libro); “Te hago una pregunta y solo espero una única respuesta, la que yo sé de antemano”. Una sola respuesta solo requiere retener, copiar, almacenar, identificar, memorizar.

Pero eso no es aprender.

El predicado en “Las estrellas colgadas en el cielo brillan temblorosas” es “brillan” y no hay quien refute esto. Una sola respuesta.

¿Cuánto es 2 más 2? Cuatro, ni vuelta que darle. Una sola respuesta.

¿A quién se le decía el “Caballero de los Mares”? Miguel Grau y ya. No hay otro.

Si nos limitamos a este tipo de preguntas, estamos “pensando” que los niños no piensan,  que no son inteligentes. Y solo estamos subestimándolos, mecanizándolos, haciéndoles creer que solo pueden hacer eso. Cuando pueden eso y mucho más.

Y si los estudiantes no responden eso, no saben. Creemos que no han aprendido cuando somos nosotros los que no hemos aprendido a formular preguntas.

La segunda reflexión es la explicación. Los profesores explicamos las cosas. Explicamos en el sentido de transmitir información, queremos ser el cable que va de nuestras cabezas a la cabezas de otros. No dejamos que los niños y adolescentes piensen y construyan nuevos conocimientos. Explicamos desde arriba hacia abajo. Suponemos que los chicos y chicas tienen la cabeza vacía. Explicamos sin darles la oportunidad de aprender. No los ayudamos a descubrir cosas nuevas, a aprender por sí mismos.

Y la pregunta es un elemento clave en el acto de descubrir, de construir y de aprender. Detengámonos aquí.

No pensemos en la pregunta que califica con una nota, sino en la pregunta que hace que niños y adolescentes y jóvenes descubran por sí mismos nuevas habilidades, nuevos conocimientos. Nos referimos a esas preguntas que les permite desarrollar aprendizajes de modo que se acorte la distancia del que supuestamente sabe y del que supuestamente no sabe, de esas preguntas que incentivan a investigar, a averiguar más. Preguntas que partan de sus intereses y que despierten su curiosidad. Preguntas que se van dando en una conversación del docente con los estudiantes. Preguntas del docente al alumno y del alumno al docente. Preguntas donde cada nueva pregunta es un nuevo camino para saber y descubrir cosas. Preguntas que sugieran cuestionar lo que leen, lo que oyen, lo que se les enseña. Preguntas que no solo estén escritas en un examen o al evaluar, sino en el día a día al conversar con los alumnos, al debatir, al proponer, al investigar, al asumir una postura crítica.

Qué NO debes hacer cuando preguntas a tus estudiantes:

  1. No preguntes siempre algo que solo requiera una respuesta literal (qué, quién, cuál, cuándo, cómo, dónde).
  2. No preguntes y te respondas al instante, sin darles tiempo a los estudiantes para que elaboren una o varias respuestas.
  3. No preguntes siempre a los mismos estudiantes sin dar oportunidad a otros para intervenir.
  4. No preguntes para saber quién da la mejor respuesta o quién responde correctamente. No es un juego de bingo ni un concurso de adivinanzas. Asegúrate que todos sepan por qué es una buena respuesta. Analiza. Haz pensar a los chicos.
  5. No preguntes creyendo que los estudiantes no saben nada. Ellos pueden dar sorpresas y dar más de lo que imaginas.
  6. No hagas solo preguntas o aceptes solo respuestas que habías anticipado al preparar la clase, pues puede haber una respuesta adecuada de algún estudiante que no habías pensado o un error que no habías previsto.
  7. No preguntes tonterías sobre detalles irrelevantes o poco importantes del texto.

Cómo puedes preguntar para aprender:

  • Pregunta aspectos clave o importantes del texto o de la materia que estás trabajando con tus estudiantes.
  • Haz preguntas que impliquen un reto para tus estudiantes.
  • Haz preguntas que despierten la curiosidad a los estudiantes por saber más.
  • Haz preguntas que permita que los estudiantes analicen un texto, un problema matemático o las ideas en una discusión reconociendo causas, consecuencias, diferencias, semejanzas, contrastes, etc. ¿Por qué el autor cree que el reciclado reduce la contaminación? ¿En qué se diferencian ambos modos de resolución de un problema matemático? ¿Qué semejanza existe entre la función del riñón y el hígado?
  • Haz preguntas que impliquen sintetizar las ideas de un texto o de alguna materia. ¿Cuáles son las ideas más importantes que el autor desea comunicar? ¿Qué hechos hubieran sucedido si el personaje X hubiera cambiado de decisión al encontrarse con su vecina? ¿Cuál sería una posible conclusión de lo que acabamos de discutir en este debate?
  • Pregunta de modo que permita a los estudiantes interpretar el sentido de un texto, a encontrar sus propios caminos para resolver problemas matemáticos o investigar sobre un tema en particular.
  • Haz preguntas que permitan que los estudiantes evalúen o valoren lo que han leído o han escuchado o sobre un problema que acaban de resolver ¿Cuáles son las ideas más interesantes para ti? ¿por qué? ¿Qué solución del problema matemático hubieras preferido? ¿por qué?
  • Pregunta a los estudiantes sobre ideas polémicas, controversiales, aquellas en las que no todos están de acuerdo en un texto o en la discusión sobre un tema. ¿Crees que la pena de muerte es la mejor forma de acabar con la delincuencia? ¿Los dispositivos electrónicos esclavizan o dan más libertad a las personas? ¿Es dañina la televisión? ¿Deberían durar más los recreos? ¿por qué? ¿El Estado debe subvencionar a la Iglesia Católica? ¿por qué?
  • Incentiva a los estudiantes a cuestionar las preguntas que no son claras. ¿Cómo podríamos preguntar de forma más clara? ¿Por qué es importante esta pregunta? ¿Tiene sentido hacer esta pregunta? ¿por qué?
  • Ofrece algunas pistas a los estudiantes para responder preguntas que pueden ser difíciles para ellos. Estas pistas pueden ser otras preguntas orientadoras y repreguntas que los puedan guiar a que lleguen poco a poco a respuestas adecuadas o más reflexivas.

¿Alguna pregunta?

Lima, 07 de noviembre de 2016

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Consultor independiente en la didáctica de lectura, escritura y evaluación en la educación básica regular y educación superior. Ha sido especialista de Evaluación del área de Comunicación y Coordinador de Evaluación en Educación Intercultural Bilingüe (EIB) de la UMC en el Ministerio de Educación. Fue profesor de cursos de Lengua en la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP). Asimismo ha realizado estudios sobre prácticas pedagógicas y evaluativas en aulas rurales multigrado para el proyecto CREER (Grade). Actualmente es docente de cursos de lectura, escritura y evaluación en el Posgrado de la didáctica de lectura y escritura en la Universidad Peruana Cayetano Heredia y en programas de especialización de la Escuela Superior Pedagógica Innova Teaching School (ITS).

3 Comentarios

  1. Creo q no está bien satanizar las preguntas cerradas o aquellas que piden datos muy concretos. A través de estas, nos aseguramos de que el alumno maneje información necesaria. El quid es no quedarnos sólo con ese tipo de preguntas. Es más, para que el alumno tenga la capacidad de emitir juicios, de proponer respuestas divergentes, debe manejar información muy concreta.

    Afirmar que las preguntas cerradas o puntuales son “tontas” es demasiado ligero.

  2. No digo que las preguntas cerradas o literales son tontas per se (quizás me expresé mal). Lo que intento decir es que estas deberían ser relevantes (lo que tú llamas de repente “información necesaria”, es decir, no irrelevante. Y dos: lo que tú dices, Manuel, no limitarnos a estas.

  3. Excelente Fernando
    Compartiré una que utilizo con los docentes para ayudar a comprender la importancia de las preguntas desencadenantes en clase y su rol en el desarrollo de las competencias, es la siguiente:

    ¿Porque nada de los comemos (natural) es de color azul?
    …..luego siempre hay un silenciooooo, no asustarse …..

    Ante la pregunta es interesante como los docentes centran sus respuestas a la búsqueda de frutos o verduras de color azul, solo para contradecir al formador, luego se les explica que normalmente eso no ocurre con los estudiantes, los niños en la mayoría de los casos se inventan frutos o discuten entre si el azul es natural o si solo puede existir de manera artificial o si vale el morado azulado como la uva, berenjena,etc. incluso inician un proceso de investigación mental cada uno de ellos, desde su experiencia, se producen testimonios formidables y diferentes entre si que son insumos para el debate critico y el dialogo para la comprensión.

    Luego es mas fácil que los estudiantes se sientan motivados para investigar de manera autónoma, se plantea entonces que en grupos investiguen:
    ¿Qué frutos y de qué color contiene vitaminas A y potasio?
    ¿Existen vinculo entre el color y las vitaminas? ¿existen frutos de diferentes colores que contiene las mismas vitaminas?

    El compartir de sus investigaciones es impresionante, cada grupo debe sustentar si existe el vinculo entre el color y las vitaminas, es importante asegurar las condiciones para que el proceso de investigación se realice de manera autónoma y procurar que realicen comparaciones y correlaciones en el proceso de indagación.

    En algunas ocasiones este proyecto de aprendizaje puede terminar en una feria de ciencia sobre química, para ello es importante tres premisas, No existen respuestas incorrectas, solo hay que investigar más, No existen respuestas iguales, hay que comparar más, Nunca dar la respuesta, sino re-preguntar.
    Solo debo decir que no suelo hacer feria de Química sino una exquisita feria gastronómica de jugos nutritivos explicados por mis alumnos.

    Jaime Montes