Sebastián Zavala / Cinencuentro

De un tiempo a esta parte, está claro que casi no existe nada que Marvel pueda hacer para arruinar su Universo Cinematográfico. Es precisamente esa clase de éxito la que le permite poder arriesgarse, producir películas que años atrás muy pocos —fuera de los fanáticos acérrimos de los cómics— se hubiesen animado a ver en el cine.

Empezaron la MCU con Iron Man y El increíble Hulk, filmes que, sin bien contienen elementos fantásticos, están bastante arraigados a nuestra realidad. Con Thor y su secuela, se adentraron en un mundo algo más fantasioso, y les fue bien. Con la divertidísima Guardianes de la Galaxia, decidieron introducir a un grupo de personajes poco conocidos, en un contexto similar al de Star Wars (mezclado con Star Trek y muchas otras series y películas de fantasía espacial), para expandir —figurativa y literalmente— el universo de sus adaptaciones de cómics al cine.

Y con Doctor Strange las cosas se ponen, a falta de una mejor palabra, más extrañas. Si con las películas anteriores Marvel había explorado conceptos de ciencia ficción, militarismo y deidades, con este nuevo filme, dirigido por Scott Derrickson (Siniestro, Líbranos del Mal), quieren adentrarnos a un mundo más místico, en donde la magia, los multiversos y la manipulación de la realidad y del tiempo, son cosa de todos los días. (Va a ser interesante ver cómo este nuevo mundo será mezclado más adelante con personajes como Iron Man, Spider-Man o Ant-Man en la tercera y cuarta película de Los Vengadores).

Pero felizmente, y a diferencia de cintas previas del MCU, Doctor Strange no está demasiado preocupada por crear enlaces con personajes más famosos o populares. De hecho, es la película de Marvel más “independiente” desde Guardianes de la Galaxia, conteniendo solo un par de referencias a eventos y personajes de otras cintas, y más bien presentando su conexión más grande con el resto del universo Marvel en una escena poscréditos (es todo lo que diré, lo juro). Sabia decisión.

Porque al presentar un mundo tan diferente a lo visto anteriormente, forzar algún tipo de enlace con los otros Vengadores simplemente hubiese resultado en una película sin foco. Felizmente ese no es el caso. Visualmente espectacular e impecablemente actuada, Doctor Strange es de las mejores entregas del MCU hasta ahora, y uno de los pocos blockbusters de este año que no han resultado ser decepciones totales.

Benedict Cumberbatch interpreta al doctor Stephen Strange, un talentosísimo neurocirujano cuya fama le permite darse el lujo de escoger a los pacientes que atenderá, y a los doctores con los que trabajará, como su amiga Christine Palmer (Rachel McAdams). Pero una fría y lluviosa noche trae consigo la tragedia: Strange sufre un serísimo accidente de carro que lo dejará con sus manos, sus herramientas de trabajo, casi inutilizables.

Desesperado, trata todo tipo de tratamiento médico para recuperar el uso de sus manos, pero nada parece dar resultado. Sin embargo, encontrará un nuevo comienzo en Nepal con la Antigua (Tilda Swinton), una maestra que, con la ayuda de su discípulo, Mordo (Chiwetel Ejiofor) le enseñará a controlar poderes místicos, utilizar magia, y expandir sus horizontes para darse cuenta que hay mucho más en el mundo que lo que solo puede ver y tocar. No obstante, un mal aparecerá para destruir el planeta en la forma de Kaelicius (Mads Mikkelsen) por lo que, previsiblemente, nuestro novel hechicero tendrá que detenerlo.

Si hay un aspecto del que la mayoría de críticos y fanáticos estarán hablando luego de ver Doctor Strange, es el visual. Y es que la película es de las más espectaculares y originales que haya producido Hollywood recientemente. Es posible que algunas secuencias puedan hacer recordar a El Origen, de Christopher Nolan, o la trilogía de Matrix, pero Doctor Strange va mucho más allá que estos dos ejemplos en términos de… rareza.

La manera en que Derrickson y su equipo de magos computarizados visualizan la manipulación del tiempo y del espacio es magnífica, lo cual resulta en secuencias de acción (desde una persecución en Nueva York, hasta un tenso clímax en Hong Kong) verdaderamente memorables. No hay un solo momento que se sienta excesivamente sintético —Doctor Strange presenta escenas similares a lo que, posiblemente, algunos puedan experimentar al tomar drogas alucinógenas, pero lo hace de tal manera que uno se maravilla, se emociona, en vez de dudar su veracidad. Desde peleas donde la gravedad va cambiando o el mundo alrededor de los personajes va girando, hasta el desdoble de estructuras en forma de caleidoscopio, el filme está lleno de secuencias visualmente increíbles, las cuales jamás se tornan demasiado largas o tediosas.

Ayuda que la película maneje una narrativa emotiva y bien construida (aunque algo previsible). El arco por el que atraviesa Strange es similar al de Tony Stark en la primera película de Iron Man: tenemos a un protagonista arrogante y gracioso que sufre un accidente, y que a través de su recuperación decide dejar de ser egoísta y ayudar a los demás. No es una historia original, pero acá lo interesante está en los detalles: en sus innegables cualidades visuales, pero también en sus buenas actuaciones y personajes simpáticos.

Cumberbatch es excelente como Strange, demostrando que su carisma innato es más que suficiente para llevar un gigante blockbuster sobre sus hombros. Su Stephen Strange es un hombre inteligentísimo y arrogante, pero con el que uno puede empatizar —sus miedos son muy humanos, y aunque no siempre tiene el mejor tacto, logra entablar relaciones significativas con otros personajes. Como Christine, McAdams tiene el rol ingrato de interés amoroso unidimensional, pero al menos logra darle algo de carácter al personaje, especialmente durante las últimas visitas de Strange al hospital.

Chiwetel Ejiofor interpreta a Mordo como alguien muy recto, un maestro fuerte y decidido con mucho respeto hacia la Antigua y, especialmente, hacia las reglas de los Hechiceros. Benedict Wong es divertido como Wong (especialmente durante un momento en específico durante la escena climática); y Tilda Swinton destaca como la Antigua, logrando borrar cualquier recuerdo de la controversia racial que hubo al anunciarse su rol (además, se especifica durante la película que el personaje es celta). El siempre siniestro Mads Mikkelsen interpreta al villano de turno, Kaecilius; en el espectro de antagonistas Marvel, está más cerca del memorable Loki que del mediocre Malekith, aunque me hubiese gustado que aparezca en más escenas.

Mucho se ha escrito sobre lo olvidables que pueden llegar a ser las bandas sonoras de las películas de Marvel; la mayoría, al estar basadas en música temporal o en referencias de otros filmes, terminan siendo absolutamente genéricas. Con el anuncio de que Michael Giacchino compondría la música de Doctor Strange, sin embargo, muchos pensamos que esta película podría terminar siendo la primera del MCU en tener una banda sonora única; felizmente, así fue.

El “tema principal” de Doctor Strange no es una tonada inmediatamente tarareable, como algo que compondría el maestro John Williams, por ejemplo, pero la banda sonora en general se siente diferente. Haciendo uso de pianos o de instrumentos de cuerda en momentos críticos, la música de Giacchino le otorga una identidad propia al filme, y se diferencia de la música de filmes previos de Marvel. No llega al nivel de los temas compuestos por el mismo Giacchino para Star Trek, por ejemplo, pero definitivamente es una mejora.

Doctor Strange es un blockbuster ejemplar, una película de superhéroes que trata de hacer algo especial tanto a nivel visual como narrativo. Sí, hay un par de similitudes con Iron Man, pero el desenlace de la historia, a diferencia de lo que hemos visto en el último par de años, no depende de una guerra llena de explosiones ni de rayos celestes que llegan (o vienen) del cielo. Y los efectos visuales, caleidoscópicos, abstractos, psicodélicos, son simplemente geniales. Cumberbatch brilla en el papel principal, pero el mayor logro de Derrickson, quien también coescribió el guión, está en hacer que nos importe la historia y nos importen los personajes. Al igual que sus místicos personajes, Doctor Strange tiene un alma, y se nota.

Fuente: Cinencuentro / Lima, 04 de noviembre de 2016